BERNARDO CANDIA HENRIQUEZ
Pedro Urdemales, es un personaje muy celebrado por el pueblo. Surge de relatos orales en la Baja Edad Media española, convirtiéndose en una figura universal, incluso llegó a instalarse en la tradición popular chilena.
En Chile ¿quién no ha escuchado o leído un cuento del ingenioso Pedro Urdemales? Este es el arquetipo clásico del pícaro que engaña hasta al diablo. Más que valiente, es un atrevido que no conoce el respeto. Es maestro en el arte de la astucia. Y posee un enorme sentido de oportun-idad ¿le parecen conocidas estas características?
A los chilenos se nos contó un cuento ingenioso. “…Érase una vez…”, un país de 18 millones de habitantes. Con una geografía compleja, que se había preparado para enfrentar al temible Covid-19. Cuyo origen seguramente proviene de Wuhan. Un remoto lugar de China, que invade el mundo con terribles consecuencias para el planeta tierra.
Pero el país se había preparado con infraestructura acondicionada a la compleja realidad. Se preparó comprando ventiladores básicos y ventiladores mecánicos invasivos. Todo marchaba sobre ruedas. El ministro todos los días nos relataba lo bien que el gobierno lo estaba haciendo. Y el discurso de su modelo predictivo matemático de las cuarentenas, llegaba a los oídos de toda la ciudadanía que comprendía que todo funcionaba a la perfección.
Esto llevó a declarar que éramos un ejemplo para el mundo. Que debíamos ser un modelo de cómo se debía manejar esta pandemia. Y entonces, nuestros audaces gobernantes “sacaban pecho” y señalaban a vox populi, “…somos los mejores en América Latina. Nuestra tasa de mortalidad es de un 1%, nunca vamos a llegar a ser como Italia o España. Los chilenos somos bacanes”.
Se habló, incluso, de volver a las actividades cotidianas. Se evaluó la re-apertura del comercio. De permitir que los centros comerciales debían abrir sus puertas. Sí, se habló de la “nueva normalidad”.
Pero entre el 30 de abril y el 12 de mayo, todo cambió de manera radical. El modelo predictivo matemático y las cuarentenas dinámicas se derrumbaron como un castillo de naipes. El ministro renunció de manera repentina. Y tristemente nos dimos cuenta que no sabíamos contar los fallecidos. En ese momento fue cuando nos enteramos de que existía el Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS), que entregaba una cifra distinta a la que entregaba la Organización Mundial de la Salud (OMS). Con ello comprendimo que el gobierno utilizaba la desinformación mediática para mantener a la ciudadanía en silencio y así argumentar su propaganda. Con todo, ejercían la influencia y control, tal cual, estrategia de la Guerra Fría.
Posteriormente se nos dijo que, “…algo ocurrió…”, que no se habían contabilizados más de 30 mil casos positivos de Covid -19. Es decir, tampoco sabíamos contar. No teníamos claridad de la cantidad de fallecidos, Además, quedó al descubierto un tremendo desorden administrativo. Comenzaba a quedar claro que nos faltaban a la verdad.
Al respecto, surgen dos hipótesis para entender por qué la clase política hizo lo que hizo. En primer lugar, porque ni ellos tenían la claridad de lo que estaba ocurriendo; en segundo término, y lo que es aún más peligroso, porque estratégicamente les convenía mantener a la ciudadanía confundida y desinformada. Al 9 de julio de 2020, tenemos tres cifras. Unas que se dice todos los días que son 6. 682 fallecidos; otra que entrega el departamento de estadísticas que dice que en la actualidad serían más de 7 mil los fallecidos y que habría cómo 3 mil sospechosos de muerte por Covid-19. Es decir, los chilenos podríamos llegar a 10 mil personas fallecidas y con más de 300 mil contagiados con un modelo que desconocía la realidad del país. Nuestros administradores políticos, no sabían que teníamos 2 millones de personas en extrema vulnerabilidad económica; que existían hacinamiento; que éramos más frágiles de lo que pensábamos y que el virus tenía el mismo comportamiento cómo en todo el mundo, es decir, que era “despiadado y letal” con los mismos de siempre. Que serán los mismos que pagarán las consecuencias de los errores de unos pocos. “Érase una vez un país…”.